Clima y eventos extremos, , Clima y eventos extremos
Por Dr. Miguel Llorente, Director del Instituto de Geología de Camiper.
Enero 11, 2024
Cuando el expresidente de EE. UU., Donald Trump, se enfrentó a su primera ola de frío polar, rápidamente arremetió contra «los del cambio climático», y para atacarles usó una línea argumental muy parecida a la que usaron esos mismos en el verano anterior a la ola polar. En este artículo voy a romper una lanza en favor de una comunicación científica más eficaz y voy a arremeter contra los alborotadores de todo signo político.
Cuando hay incendios de verano en EE. UU., la prensa se llena de titulares sobre el cambio climático y cómo esos incendios son prueba del cambio climático. Y, claro, Trump se preguntaba por qué la ola de frío polar a la que tuvo que hacer frente no era señal de lo contrario. Por desgracia, no es el único ejemplo de mal entededor.
Empezando por el principio, «cambio climático» es tanto como decir «subir arriba» o «bajar abajo». Gracias a algunas películas de Disney (aunque solo fuera la saga de Ice Age y la simpática ardilla buscando su bellota), me atrevería a decir que incluso niños de muy corta edad comprenden que hay periodos glaciales e interglaciales. El clima, por definición, es algo cambiante, incluso si la humanidad jamás hubiera llegado a existir.
Por el mismo motivo que una galleta no es lo mismo que una espiga de trigo, el clima no es lo mismo que el tiempo atmosférico. Por mucho que el trigo sea el ingrediente de una galleta, a nadie en su sano juicio se le ocurre mojar una espiga de trigo recién cortada en un vaso de leche. Esta analogía es perfecta para el caso del clima y el tiempo atmosférico, y para el clima y los eventos extremos. El tiempo atmosférico y los eventos extremos son algunos de los muchos ingredientes del clima, pero no son el clima. ¡Ni se le parecen!
Para empezar, aceptemos como mera hipótesis de trabajo, que la «temperatura es un buen indicador del clima». Cuando hablamos de clima, se acepta de manera tácita que hablamos de un intervalo de tiempo de unos 30 años. Hagamos cuentas, si en un año hay 365 días (+1 en los bisiestos, es decir, 365.25 días de media) y usamos como indicador la temperatura (máxima, mínima, o media o todas o alguna otra) de cada día, en 30 años hay 365.25 días x 30 años de datos. Esos son casi 11 000 valores de temperatura. Imaginen ahora una ola polar de esas que «ni el más anciano del lugar la recuerda». Suponiendo que esa «extraordinaria ola de frío» durase 30 días, esa ola de frío contribuiría al valor de la media en ese lugar con un peso del 0.2 % (30 datos en casi 11 000 datos), es decir, casi nada. No aporta casi nada al clima de ese sitio. El 99.8 % del clima se debe a todo lo que no fue ese superevento. Y por el mismo motivo, cuando hay una ola de calor, esa ola de calor tampoco contribuye al clima de manera significativa de ese lugar. Es más, que la media de las temperaturas (o de otra variable) sea más alta o más baja, no tiene por qué estar relacionado con que haya más probabilidad de eventos extremos. Por ejemplo, en las islas Canarias, la temperatura media es casi el doble que la temperatura media en Madrid, pero es mucho más probable registrar 41º en verano en Madrid que en Canarias. Recuerden la analogía: galleta y trigo. Clima y eventos extremos. Galleta y trigo. Clima y tiempo atmosférico.
Ahora voy a complicar un poco más la cosa, hablemos de la temperatura media del planeta Tierra. Cuando medimos la temperatura, la medimos, normalmente, con un termómetro; o los geólogos con los registros de algunas rocas, en un sitio, en un punto, o en varios, pero sin duda no en todos los puntos del planeta. Incluso el satélite más avanzado mide la temperatura en puntos, por así decirlo. Si la superficie de la tierra son 510 millones de km2, y si suponemos que podemos medir la temperatura con una resolución de 1 km2, para definir la temperatura media del planeta necesitamos 510 millones de datos de temperatura 11 000 veces. Hagan cuentas, un evento que dure un mes y que afecte a una extensión del tamaño de la Península Ibérica, contribuye a la temperatura media del planeta con un 0.0003 %, aproximadamente; es decir, la temperatura del planeta está gobernada en un 99.9997 % por otras cosas.
Entonces, ¿debemos preocuparnos por el clima? ¡Claro que sí! Es un tema que requiere atención a la escala planetaria, de todos los países, y de cada uno de los individuos. Pero no compres trigo por galleta. No dejes que te hable de clima ni de temperatura del planeta nadie que no sea un experto en este tema. Y de entre todos los expertos, lee con precaución a cada uno de ellos porque los humanos somos falibles y, a veces, nuestros prejuicios inconscientes nos juegan una mala pasada.
Y si tienes dudas sobre cualquier tema, o si esto del clima es demasiado difícil de comprender, simplifica en este sentido: no como en el mismo sitio en el que me aseo, no mancho el sitio donde juego; cuando me voy de un lugar, lo dejo mejor de cómo lo encontré. Si respetar el planeta es demasiado grande, me basta con que te respetes a ti mismo y hagas todo lo que esté en tu mano para reducir la contaminación de todo tipo, porque tarde o temprano, cualquier otro sitio puede ser tu nuevo sitio. O el de tus amigos. O el de tus hijos o nietos. Y querrás para ellos un sitio limpio y sano. No hay un planeta B. Recicla. Reutiliza. Repara. Lee.
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