COVID-19, , COVID-19
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En este artículo, se presenta un análisis de lo que podría enfrentar la industria minera en materias de gestión de riesgos y gestión comunitaria pospandemia de la COVID-19; y se proponen ciertas estrategias para generar oportunidades de mejora, tanto en el ámbito de la seguridad como de la higiene, salud y relación comunitaria.
No cabe duda de que la COVID-19 ha impactado fuertemente la economía de los países y muy particularmente el desarrollo de la industria minera. A pesar de ello, la industria ha sabido sobreponerse rápidamente, manteniendo en casi la mayoría de los casos sus altos niveles de producción. Por otro lado, los precios de los metales, particularmente el presente año han ido al alza, lo que ha ayudado a la industria a mejorar aún más sus resultados y su aporte al desarrollo de los países productores.
La economía global pospandemia será probablemente una donde muchos hábitos se modificarán, pero también donde se generen nuevas necesidades a las cuales tendremos que saber responder. La inversión tecnológica aumentará significativamente, en la medida que la transformación digital llegue a todas las industrias; y de nuevo, los metales tienen un papel relevante aquí. Para este 2021, se prevé un incremento en las ventas de equipos y maquinarias pesadas para la minería, la construcción y la agroindustria del orden del 10% al 15%, respecto del año 2019. Existirán oportunidades de crecimiento en la producción para aquellas compañías que estén preparadas.
Dentro de la industria minera pospandemia, el cambio debiera verse reflejado en una economía un poco más sólida, liviana, más digitalizada y automatizada, debido a que la crisis ha forzado la implementación de nuevos métodos de trabajo que han provocado importantes ahorros, en materia de traslado, alimentación y tiempo, con iguales o mejores resultados en eficiencia y productividad. Por ejemplo, la posibilidad de realizar seguimientos y otras operaciones de forma remota, que antes exigíamos fuesen en terreno, se empiezan a instalar como una realidad. Ya no se trata de una Industria 4.0, sino más bien de una transformación total de la industria: centros integrados de operaciones remotas, vehículos autónomos, electromovilidad, tratamiento avanzado de imágenes, interoperabilidad, sensorización de toda la línea de producción, analítica avanzada, etc., son solo algunos de los ingredientes que veremos en esta nueva realidad pospandemia; y las compañías mineras ya tienen planes concretos en muchos de estos casos. Todo lo anterior permitirá sin dudas mejorar sustancialmente el uso (diario y permanente) de la maquinaria y de los equipos, considerando que el denominado factor capital es utilizado, en Chile y Perú, alrededor del 12% al 15% menos de lo que es usual en las operaciones internacionales.
La gestión de riesgos tiene que convertirse en un foco estratégico relevante para las compañías, en donde se releve con fuerza aspectos, como el liderazgo, la gestión conductual, el autocuidado, la consciencia situacional, la gestión de los riesgos, la ergonomía, los factores psicosociales, el medio ambiente (higiene) y la salud laboral. Un tema relevante a desarrollar está relacionado con los nuevos modelos de trabajo que se perfilan a partir de la forma que han operado las empresas durante la crisis. La evolución de la emergencia sanitaria nos muestra que su solución tomará un mayor tiempo del que estimábamos inicialmente. Posiblemente, será necesario tener que convivir con ella por un periodo que va a tomar todo el año 2021 y quizás parte del 2022. Por lo tanto, se debe entender la realidad desde esa perspectiva e incorporarla en la forma como se planificarán y se desarrollarán las actividades. En este sentido, establecer normas y protocolos sanitarios, que sean integrados por los trabajadores en sus conductas cotidianas, es clave para lograr operar de forma segura y mantener así la competitividad del negocio.
Además, bajo las actuales restricciones sanitarias, es necesario acelerar la incorporación de sistemas inteligentes en los procesos productivos. Mayor profundización de la sensorización y trazabilidad de los procesos, la digitalización de la información, el control telecomandado de los equipos y el trabajo a distancia, la inteligencia artificial al servicio del análisis de grandes cantidades de datos, la realidad virtual para el entrenamiento del personal, el desarrollo de nuevos sensores y la automatización integrada al proceso productivo permitirán dar un salto en complejidad, productividad y resiliencia de los sistemas. Esto requerirá sin duda de personal altamente entrenado y adaptado a estas tecnologías que están cambiando el mundo y las industrias en distintas formas.
Es importante contar con organizaciones que se adapten rápido a las nuevas realidades, de forma ágil y descentralizada. Esto exige, en primer lugar, contar con trabajadores comprometidos con la compañía y conscientes del rol que cumplen en la sociedad. Resalta también la relevancia de la revisión de los mapas de riesgos de las empresas y el respectivo análisis de la gestión de los riesgos críticos; el trabajo sistemático en los planes y programas de revisión de los sistemas de seguridad implementados; los programas de capacitación y entrenamiento y el fortalecimiento de la capacidad para gestionar las contingencias y la recuperación. Esto, a su vez, genera la necesidad de potenciar las capacidades adaptativas de las personas y de la organización y, al mismo tiempo, perfeccionar el proceso de planificación, incorporando distintos escenarios y las mejores metodologías disponibles para el tratamiento de la incertidumbre.
La minería ha ido avanzando para reducir los riesgos de contagio dentro de sus operaciones, oficinas y proyectos y, de esta manera, poder operar de forma segura. Hacia adelante, es esperable un uso más masivo de los testeos para detectar la enfermedad y la inclusión en esta de las familias de los operadores, lo que dependerá de la evolución de la tecnología.
Dentro de este contexto, la capacidad para adaptarse y para ser flexibles serán atributos claves para poder convivir con riesgos sistémicos, como el del virus COVID-19. La nueva forma de trabajar tiene que ser capaz de adaptarse a los cambios de escenarios, ya sea por un rebrote o porque se progrese hacia una trayectoria de mejora.
Esto significa que la minería debe seguir potenciando prácticas, como el trabajo a distancia. Hasta ahora se ha estado trabajando con esta modalidad en las labores que permiten hacerlo, porque no había otra alternativa. Pero, en la medida en que se empiezan a liberar las restricciones sanitarias, se deben definir modalidades de trabajo a distancia más planificadas, combinándolas con algún nivel de trabajo presencial. De todas formas, las primeras mediciones muestran que se valora la experiencia del trabajo no presencial. Por esta razón, este es un modelo que amerita ser analizado de manera sistemática y con mayor profundidad, ya que claramente se ha instalado la posibilidad de acelerar la adopción del trabajo a distancia, más adaptativo y flexible. Esto representa una tremenda oportunidad, tanto para habilitar avances en productividad como para conciliar mejor la vida personal y laboral.
Adicionalmente, junto con generar espacios para aumentar la productividad, el trabajo no presencial contribuye a la obtención de mejores indicadores de accidentalidad, al reducir la exposición al riesgo, y facilita el objetivo de mayor diversidad de género. Este último objetivo reviste gran relevancia hoy en día, sobre todo si se tiene presente el fuerte impacto negativo que ha provocado la crisis sobre la participación de las mujeres en el mercado del trabajo global, de acuerdo a distintas publicaciones. Asimismo, el trabajo a distancia favorece la reconversión laboral, ya que permite, por ejemplo, que si una persona tiene alguna condición de salud que significa un mayor riesgo en caso de contagio, pueda realizar labores desde su casa. De esta forma, el teletrabajo ofrece una posibilidad de reconversión laboral en la misma empresa o en alguna otra empresa o actividad.
Por lo tanto, la nueva forma de trabajar va a combinar una batería preventiva de testeos, protocolos sanitarios estrictos y modalidades de trabajo a distancia, combinadas con algún nivel de trabajo presencial. Esto va a permitir convivir y gestionar el riesgo de contagio para esta y otras situaciones similares que puedan darse en el futuro.
La pospandemia también permitirá a la industria reforzar sus lazos con las comunidades locales. Las restricciones sanitarias han disminuido la actividad económica y afectado fuertemente a las comunidades aledañas a las operaciones mineras. Asimismo, el transporte de operarios y de especialistas se ha vuelto difícil y costoso. En dicho escenario, la actividad minera será un catalizador para revitalizar la economía local si así se desea. El impacto dependerá del esfuerzo que inviertan en fomentar proveedores de servicios y materias locales, y de entrenar personal para completar la afectada dotación por la Covid-19. Aquellas compañías que impacten positivamente a sus comunidades vecinas serán quienes construirán su reconocimiento social y fortalecerán sus relaciones para poder operar.
En la actualidad, la licencia social de las operaciones es, mayoritariamente, de aceptación o tolerancia, más que de aprobación efectiva. Así, es posible sostener que la base de la relación empresa-comunidad está fundada en bases muy frágiles. Pareciera existir una cierta conformidad en las empresas con una licencia que se sitúa en los mínimos de aceptación. Al menos en Latinoamérica, no existe evidencia de que existan compañías que cuenten con una aprobación sólida de las comunidades y grupos de interés con los que les corresponde relacionarse. La tendencia es a administrar la licencia con un enfoque de corto plazo (cada vez que se necesita) y privilegiando ciertos pilares, en particular aquellos que plantean menos exigencias internas. Mirado en forma retrospectiva, se podría concluir que la minería perdió una oportunidad única de obtener una licencia social sostenible, durante el periodo del superciclo del precio del cobre, en el que se privilegió las rentabilidades de corto plazo, en vez de abordar seriamente los factores críticos que inciden en su aceptación social.
Hoy las empresas deben reconsiderar el propósito y la visión integral de todos sus grupos de interés en su visión y gestión estratégica y tienen una nueva oportunidad de reconciliarse con las comunidades que las acogen. En este sentido, es importante que compatibilicen e integren la continuidad al negocio en el corto plazo con objetivos de largo plazo. Se espera que las empresas tengan como orientación la preservación y promoción del bien común, lo que debe ser coherente con la forma en que se conducen y gestionan. Esto es lo que legitima a la empresa en su accionar social como agente creador de valor económico, mediante la asignación y el uso eficiente de recursos en la consecución de sus objetivos productivos.
Es claro para todos los actores del mercado que los temas comunitarios son y seguirán siendo muy importantes y que la licencia social para operar (LSO) es necesaria para la continuidad de los proyectos. En este sentido, es fundamental que cambiemos la percepción de que la compañía es el «otro». Si queremos crear una relación basada en la confianza, se necesita una base sólida sobre la cual construirla. La generación de confianza requiere emplear las mejores prácticas aplicadas consistentemente durante años, y, al mismo tiempo, evaluar y resolver las necesidades reales de las personas.
El Banco Mundial, en el año 2003, planteó que la LSO es la adquisición de un «consentimiento gratuito, previo e informado otorgado por la comunidad local». La LSO «no es un documento formal, ni representa un protocolo que haya que seguir al pie de la letra». En efecto, la LSO es un acuerdo informal e intangible que establece la “manera de hacer las cosas”. Además, es dinámica –lo cual implica que puede cambiar a través del tiempo. Por esto, la LSO tiene que ser obtenida, pero –más importante– tiene que ser mantenida. Reiterando lo planteado previamente, la LSO debe ser considerada por las compañías como un componente fundamental para el éxito de un proyecto minero.
La pandemia nos debe dar la posibilidad de mejorar aquello que no hacíamos de manera correcta, para que, de esta forma, se la transforme en una oportunidad. Pienso que existen grandes posibilidades de que el crecimiento económico del mundo se recupere pospandemia, pero quedarán seguramente secuelas relacionadas a cambios en la forma del trabajo, las tecnologías utilizadas, las capacidades instaladas, las necesidades de entrenamiento, los niveles de riesgo percibidos, las relaciones con las comunidades y el estado en que las empresas se encuentren respecto de sus planes de desarrollo. El llamado es entonces a estar preparados y actuar hoy sobre aquellos factores que nos permitan construir las fundaciones para aprovechar de la mejor manera posible esas nuevas oportunidades para el bien de todos.
La pandemia cambió la forma de mirar el negocio minero, tanto del punto de vista operacional como administrativo. En este sentido, la gestión de riesgos y la gestión comunitaria deberán ser revisadas y actualizadas en su forma y fondo.
La pandemia cambió la forma de mirar el negocio minero, tanto del punto de vista operacional como administrativo. En este sentido, la gestión de riesgos y la gestión comunitaria deberán ser revisadas y actualizadas en su forma y fondo.
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